Desde los lejanos días de la conquista de Chile, el largo período colonial, la turbulenta etapa de nuestra independencia y durante el advenimiento y desarrollo de nuestra vida republicana, los chilenos han tenido que responder a los estímulos propios de sus valores más profundos, en compendio juntos con los valores que les han inculcado sus familias de generación en generación, para así ir asumiendo mayores responsabilidades ciudadanas y, consecuentemente, una mayor participación en la satisfacción de las necesidades de nuestro pueblo.
Con orgullo y auténtico sentido de justicia es dable destacar la extraordinaria labor que han cumplido notable educadores por nuestra historia patria, como Teresa Clerk, José Abelardo Núñez Murúa, por nombrar algunos. Ellos vieron desde cerca y en toda su real dimensión, las necesidades más apremiantes de sus alumnos, dentro lo que sus valores les indicaban y transmitían a sus alumnos y movidos por sentimientos generosos de caridad y solidaridad humana.
Dentro del contexto el que nos encontramos, la globalización, el concepto de familia es muy distinto al que estábamos acostumbrados, en donde muchas veces en la soledad de mi habitación reflexiono y medito sobre la falta de valores que se les entregan a los futuros ciudadanos del mañana, sin ningún interés por parte de los padres en reforzarlos y es ahí en donde los profesores hemos tenido que desarrollar un doble trabajo; además de impartir conocimientos, los valores que si bien deben ir de manera transversal en nuestras clases estos no existen, por la faltas de los mismos en los hogares de los alumnos.
En mi corto período de ejercicio de la profesión me he podido encontrar con situaciones muy loables; niños que se puede decir se han "salvado" del mal entorno en que viven y han mejorado sus expectativas de vida, gracias a los sencillos y nimios consejos, dados por mi persona y que ellos han acogido tan bien. Si quisiera resumir en muy pocas palabras mi experiencia humana de este tiempo que he educado, diría que es el haber sentido ese impulso noble y generoso, que como una corriente avasalladora de entusiasmo y de auténtica chilenidad nos ha tocado en honda calidez el corazón y los sentimientos de hombre nacido en esta tierra.
José Barra A. Profesor - Rancagua.
Miembro Juventud Muna
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