El motivo de la invitación a mi persona fue muy particular, no se debió sólo al hecho de pertenecer a un movimiento pro vida en la esfera política, ni tampoco por ser un egresado de derecho interesado del tema. El motivo fue decididamente más pintoresco, alguien perteneciente a dicha vicaría me vio en la televisión el día en que junto a otros cientos de jóvenes fuimos a manifestar nuestro compromiso pro vida al Congreso Nacional, si, me reconoció cuando era desalojado –junto a muchos más– por increpar duramente a todos los parlamentarios que votaron a favor de la píldora.
Vimos durante aproximadamente una hora, los numerosísimos argumentos jurídicos que sustentan nuestra postura Pro Vida en el ordenamiento jurídico nacional, reparamos en la importancia de dejar de lado la opinión para encontrar el conocimiento científico y ojalá el filosófico, advertimos cómo se conjugan las distintas posturas pro píldora para decantar en un servilismo en pos del aborto, estudiamos muchas cosas, pero, tal vez, el que más vio fui yo mismo, vi el interés, fui testigo de la participación sana y agradecida de este gran número de personas, sorpresa que recibo cada vez que doy una charla al respecto –en cada puerta a puerta– asombro que contrasta evidentemente con la opinión publicada de que en nuestro país el aborto es una opción y felicidad que llena de entusiasmo y espero que sirva de detonante para cientos de otros jóvenes.
Pasa por nosotros sobreponernos a la multimillonaria aplanadora propagandística de los cultores de la muerte, porque hay dos cosas que no pueden ser vencidas: El idealismo de los jóvenes y la confianza en que lo que perseguimos es lo que nuestro Señor espera que hagamos.